Antonio Cardenal Caldera (1950
– 1991)
La muerte del Comandante Jesús Rojas, ocurrida el 11 de Abril de 1991 en
circunstancias muy obscuras, durante el cese de hostilidades entre el FMLN y los
títeres de turno, y mientras se desarrollaban las negociaciones en México,
tuvo repercusiones inmediatas en el curso general de la guerra y en los acuerdos
que la finalizaron. Las versiones sobre la emboscada que segó la vida de
Antonio y 14 otros combatientes de las FPL varían, pero hay hechos básicos que
les son comunes: Rojas y su comando fueron emboscados por fuerzas de élite del
criminal ejército títere (Batallón Atlacatl), infiltrados a profundidad en la
zona guerrillera bajo control de las FPL, después de una entrevista que Rojas
concedió a periodistas nacionales e internacionales en Arcatao, Chalatenango, y
en la cual anunció que “para nosotros, el cese de fuego no
significa el desarme del FMLN” (El Mundo, abril 11,
1991, portada con el título “Jefe guerrillero no acepta ’zona
temporal’”). De acuerdo con el periódico “Polemicist”,
publicado en inglés por la organización estudiantil “UTWatch”
de la Universidad de Texas (Polemicist, Mayo 1991, página 11, volumen
2, No. 6), Radio YSU anunció la presencia de dos asesores militares
yanquis con el Batallón Atlacatl antes del incidente. Al momento de su
asesinato, las negociaciones entre el FMLN y la mafia Arenera se habían
estancado sobre un punto clave: la disolución de las criminales FFAA salvadoreñas,
y la función “permanente” del ejército como garante de la explotación de
los pobres en El Salvador, asignada constitucionalmente. Posteriormente se reveló
que las FFAA pensaron en la posibilidad real de un golpe de estado contra
Cristiani, si se eliminaba su rol “permanente” como asesinos del pueblo.
Aunque el FMLN había amenazado con terminar las negociaciones si el ejército
reanudaba las hostilidades, su dirigencia decidió no solamente continuar la
negociación, a pesar de la muerte de uno de sus comandantes de alto rango, y
miembro de la Comisión Político-Diplomática del FMLN, sino también accedió
a la función constitucional “permanente” del ejército, y por ende, su no
disolución. Así, el asesinato del Comandante Rojas, y la inmediata resolución
al impase político-diplomático después de su muerte, informan que la CIA y el
ejército títere escogieron muy bien su objetivo, en base a cálculos estratégicos:
había que eliminar uno de los últimos obstáculos a una solución negociada,
que dejarian al FMLN armado. Para la CIA, las FFAA, y los narco-Areneros, era
crucial que la firma de los acuerdos se realizara antes del término de Javier Pérez
de Cuellar como Secretario General de las Naciones Unidas, el 31 de Diciembre de
1991, ya que los resultados a su favor estaban previstos. Tácticamente, la
operación militar contra el Comandante Rojas requería información de
inteligencia precisa: campamentos, rutas, y horas exactas, para poder
transportar las fuerzas de élite al punto de inserción sin ser detectados por
las fuerzas guerrilleras, y ese tipo de información solamente se obtiene a través
de infiltración y espionaje, al nivel más alto. Las negociaciones en México
se daban en coordinación con el frente interno, y la oposición de Rojas al
desarme del FMLN, era clara para la delegación negociadora. La conferencia de
prensa en Arcatao, ante medios nacionales e internacionales, fue llamada para
confirmar su oposición, no a la negociación, a la que Rojas no se oponía en
principio, y que entendía como una extensión de la estrategia político-militar
de las FPL, sino al desarme, y a la concentración de las fuerzas guerrilleras
en campos de concentración designados por los narco-Areneros. Su muerte, y la
de los compañeros que lo acompañaban, simbolizaron el final de la voluntad política
del FMLN de continuar la negociación como fuerza combatiente, sin desarmarse.
Su sangre abona los campos de Chalatenango, en donde, como el zacate Jaraguá
que nunca muere, brotará de nuestro suelo Jesús Rojas, para llevar en su cruz
el dolor de nuestro pueblo, y resucitar en nuestra liberación definitiva.
Nacido en Nicaragüa en cuna de seda, Antonio Cardenal Caldera creció bajo la
influencia de sus tíos, Ernesto y Fernando Cardenal, ambos sacerdotes que
abrazaron la teología de la liberación, el primero poeta y ex-Ministro de
Cultura de Nicaragua, el segundo, sacerdote jesuita. Como su tío, ingreso a los
Jesuitas, y llego a El Salvador para continuar sus estudios, en un momento en
que el país sufría cambios radicales de conciencia socio-económica y política,
sobre todo a nivel rural, en donde sectores avanzados de la iglesia católica,
promotores de la teología de la liberación, abrían los ojos del campesinado
para poder ver por vez primera, la magra realidad que les toca vivir. Antonio se
fundió en un abrazo con nuestro pueblo, y tomo su seudónimo de su guía e
inspiración, Jesús el profeta, de quien aprendió su compromiso con los pobres,
los desposeídos. Intelectual brillante, con un sentido del humor muy sutil, su
distintivo más natural era su humildad, la que transpiraba y hacía sentir a
campesino y citadino por igual, cómodos en su presencia.
Antonio Cardenal Caldera – Comandante Jesús Rojas - Chusón, vivirás
para siempre en el corazon rebelde de nuestro sufrido pueblo, como uno de sus
mejores hijos.
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