Manifiesto del Partido Comunista de El Salvador, de las Fuerzas Populares de Liberación "Farabundo Martí" y de la Resistencia Nacional, al Pueblo Salvadoreño, a los Pueblos Centroamericanos y del Mundo

PCS – RN – FPL

 

I.- LA UNIDAD REVOLUCIONARIA, CONQUISTA DE NUESTRO PUEBLO HEROICO

La resistencia (sic)* Nacional (R.N.), las Fuerzas Populares de Liberación (F.P.L.) "Farabundo Martí" y el Partido Comunista de El Salvador (P.C.S.), plenamente conscientes de nuestra responsabilidad histórica y de que la unidad es un paso imprescindible para el triunfo de la lucha popular, hemos tomado el acuerdo de constituir un organismo de coordinación revolucionaria entre nuestras Direcciones Nacionales y nos hemos comprometido a poner en marcha un proceso de creciente coordinación de la política y la lucha de nuestras tres organizaciones.

Este acuerdo se orienta a alcanzar progresivamente los más elevados e integrales niveles de la unidad y está abierto a la incorporación de las demás organizaciones revolucionarias de nuestro país.

Estamos firmemente convencidos que el pueblo salvadoreño necesita unir todas sus fuerzas para liberarse; necesita la unidad combativa de sus fuerzas revolucionarias, de sus fuerzas democráticas, de todos sus hombres y mujeres patrióticos, honestos y progresistas.

La constitución de este organismo de coordinación es un paso decisivo, una contribución determinante para rescatar a la Patria de la opresión, la injusticia y la dominación imperialista, para conquistar la libertad, la justicia social, la independencia nacional verdadera, la liberación popular y la paz.

La unidad de nuestras organizaciones multiplica el poderío de nuestro pueblo, afirma su vocación patriótica, acerca el momento de su liberación. Es por ello que hemos concertado este acuerdo, recogiendo un anhelo del pueblo salvadoreño y centroamericano, una demanda de cada vez más amplios sectores.

II.- LAS RAICES HISTÓRICAS DE NUESTRA LUCHA

La heroica lucha que libra hoy el pueblo salvadoreño tiene hondas raíces históricas. Las duras y gloriosas jornadas de nuestro pueblo se remontan a las épocas de la tenaz resistencia contra el yugo colonial español y son innumerables las batallas que ha librado por la independencia, por su derecho a la tierra, al pan y a la instrucción, por las libertades democráticas, contra la dominación del imperialismo yanqui y por el triunfo definitivo de sus aspiraciones revolucionarias.

La lucha por la independencia de España y en contra de la anexión de Centroamérica al imperio de Iturbide; la insurrección de los nonualcos, encabezada por Anastasio Aquino, para conquistar la igualdad y el cese de la bárbara explotación de los terratenientes; la entusiasta incorporación al glorioso Ejército de Morazán, para derrotar el predominio de la reacción conservadora y unir Centroamérica bajo una bandera liberal y democrática; la participación junto a los hermanos pueblos del Istmo en la guerra contra William Walker, mercenario de las ambiciones expansionistas y esclavistas yanquis, que pretendían adueñarse de Centroamérica; la resistencia campesina contra el despojo de las tierras ejidales y comunales, son los principales jalones en la historia de las luchas populares del siglo pasado.

Sobre la base de estas tradiciones democráticas, el pueblo salvadoreño se enfrentó, ya en el siglo actual, al vandálico gobierno de 14 años de los Meléndez Quiñónez; sus mejores hijos se incorporaron, con Agustín Farabundo Martí a la cabeza, a la gloriosa lucha del General de Hombres Libres, Augusto César Sandino, contra los invasores norteamericanos y se alzaron en la insurrección obrero-campesina de 1932, ahogada en la sangre de 30 mil trabajadores. La insurrección militar y popular y la huelga general de abril y mayo de 1944 condujeron al derro­camiento de la tiranía martinista; los combates en los llanos de Ahuachapán contra el tirano Osmín Aguirre en diciembre de 1944; las combativas movilizaciones que dieron al traste con el tiránico gobierno del Coronel Lemus; las constantes y heroicas luchas de los obreros, campesinos, maestros empleados y estudiantes, para reivindicar sus derechos, enfrentaron y enfrentan exitosamente la sanguinaria escalada represiva desatada por la dictadura militar. Tales hechos muestran el incesante batallar de nuestro pueblo y resume su tradición combativa.

Durante las últimas décadas se ha hecho interminable la lista de los heroicos revolucionarios caídos en la lucha: Saúl Santiago Contreras, José Dimas Alas, Felipe Peña, Clara Elizabeth Ramírez, Lyl Milagro Ramírez, Manuel Rivera, Rafael Arce Zablah, Rafael Aguiñada, Víctor Manuel Sánchez y tantos otros, conocidos unos, anónimos los más, que han ofrendado sus vidas ejemplares por la justa causa de la liberación popular, cuyo sacrificio permitirá a millones de salvadoreños y a las futuras generaciones gozar de una sociedad justa, sin explo­tación ni miseria.

De esas tradiciones patrióticas, democráticas y revolucionarias de nuestro pueblo, de los humildes y explotados, son herederas nuestras organizaciones. Hemos nacido y nos hemos desarrollado bajo los incesantes golpes de los enemigos más encarnizados. Hemos vivido vinculados íntima e inseparablemente a las grandes mayorías: hemos crecido y nos hemos fortalecido con su apoyo moral y material. Es por eso que no han podido ni podrán destruimos. Agrupamos a los más firmes y conscientes defensores de los intereses de la Patria y el pueblo, y con las demás organizaciones populares, somos el fruto de este largo combate histórico.

Hemos llegado así a este momento decisivo de la historia nacional más fuertes, más experimentados, más resueltos y capacitados para organizar y dirigir hasta la victoria definitiva la lucha del pueblo salvadoreño.

III.- CERRANDO LA SALIDA PACIFICA,

LA OLIGARQUÍA LE IMPUSO LA VIOLENCIA AL PUEBLO

Durante los últimos 25 años, particularmente desde finales de los años sesenta, la lucha del pueblo salvadoreño se ha venido haciendo más permanente, sistemática y organizada, más conciente y combativa.

A lo largo de este intenso período, nuestro pueblo recurrió primero a métodos pacíficos, buscando hacer uso de las vías que aparentemente le ofrecía la Constitución para transformar la sociedad en beneficio de las grandes mayorías. Al concurrir a elecciones, el fraude, la imposición y la represión fue lo que el pueblo obtuvo por respuesta. La oligarquía, sus agentes e instrumentos militares y políticos cerraron esa vía pacífica, cerraron la posibilidad de que el pueblo salvadoreño alcanzará sus anhelos y objetivos históricos sin derramar su sangre.

Esa experiencia histórica no fue inútil: las grandes mayorías realizaron de ese modo su aprendizaje en la escuela insustituible de la dura experiencia propia, comprendieron que la transformación del país, la libertad y la justicia social únicamente pueden conquistarse arrancando el poder al puñado insaciable de grandes explotadores, verdugos y vendepatrias; que por ese objetivo es necesario combatir empuñando las armas, ejerciendo el más legítimo y supremo derecho de todo pueblo: el derecho a la insurrección.

La violencia no la buscó el pueblo salvadoreño, le fue impuesta por la oligarquía y su obediente y criminal tiranía militar. A la violencia del sistema imperante que condena a los trabajadores al hambre, a la miseria, al analfabetismo y al desempleo, que mata de desnutrición a nuestros niños, que niega los más elementales derechos de nuestra población, vino a sumarse a la constante agresión militar contra el pueblo desarmado, particularmente por parte de los cuerpos de seguridad (recordar por ejemplo los casos de Chinamequita, La Cayetana y Tres Ca1les en 1974). Llevando adelante lo que llaman "guerra de contra-insurgencia", han intentado ahogar en sangre todos los anhelos y luchas de las grandes mayorías.

Esto hizo conciencia en nuestro pueblo de que no le quedaba otro camino que armarse, organizarse para repeler esa agresión y defender así sus luchas, sus conquistas y su derecho a transformar la sociedad.

De esta manera, la lucha armada se fue uniendo generalizada e indisolublemente a la lucha reivindicativa y política; se creó y multiplicó la guerrilla revolucionaria, se multiplicaron en vasta escala los órganos de auto-defensa de las masas, hasta el surgimiento de la milicia y se ha puesto en marcha la construcción del Ejército Popular. ¡Ahora la violencia revolucionaria, en todos sus aspectos, es un derecho adquirido e irrenunciable del pueblo salvadoreño!

La oligarquía y sus testaferros claman hoy hipócritamente por la "paz"; pretenden que nuestro pueblo se resigne y se humille a su cruel dominación, que acepte sin protesta el entreguismo y el saqueo de la Patria.

Esa paz quieren imponerla con la matanza, los desaparecimientos, la cárcel y el destierro; es la paz de los cementerios. Las FPL, la RN y el PCS luchamos con el pueblo por una paz con justicia, independencia y libertad, y por tanto sólida y perdurable. Junto con todo el pueblo conquistaremos combatiendo esa paz justa.

IV.- LA CRISIS NACIONAL ES PROFUNDA

Y NO PUEDE RESOLVERSE CON PARCHES Y MASACRE

La sociedad salvadoreña actual está estructurada para que unos pocos vivan en la opulencia, para que las potencias imperialistas puedan saquearnos tranquilamente, para que unos cuantos puedan establecer su despiadada dominación. Pero esas estructuras económico-sociales se encuentran hoy en una profunda crisis.

Están en crisis las relaciones de propiedad, producción y distribución de la riqueza; la dependencia comercial, financiera y tecnológica del imperialismo; la explotación de las transnacionales establecidas en suelo nacional. La crisis económica que vive todo el mundo capitalista agrava la crisis nacional.

También se encuentra en crisis irremediable la dictadura militar que nos ha oprimido a lo largo de 48 años, constituida en guardián de la oligarquía y del imperialismo. Hace ya mucho tiempo que el pueblo rechaza seguir dominado por esta dictadura militar sangrienta. La crisis política agrava la crisis económica, acelera la fuga de capitales y genera el estancamiento e incluso el retroceso de la economía nacional

Se han quebrado los tradicionales instrumentos jurídicos e ideológicos de las clases dominantes para influir y someter a las masas trabajadoras. El signo de nuestros días es la creciente rebeldía popular.

Por todo ello se han agrietado las filas de las mismas clases dominantes y de su aparato militar.

El heroísmo de la resistencia y del combate popular han derrotado la salida a la crisis que la burguesía pretendía imponer con un modelo fascista o fascistoide de dominación, basado en la represión y el exterminio sangriento de las organizaciones y los militantes revolucionarios.

Se han visto frustrados los intentos por constituir una supuesta tercera alternativa histórica, el reformismo. Los acontecimientos que hemos vivido a lo largo de la coyuntura creada con el golpe de Estado del 15 de octubre, han puesto en evidencia que la crisis no puede resolverse por esta vía, como pretenden algunos sectores del imperialismo, de la burguesía y de las capas medias.

Los esfuerzos que se hacen para salvar el proyecto reformista, contando ahora con un apoyo más resuelto del gobierno de los EE.UU., están condenados al fracaso.

Los sectores oligárquicos e imperialistas más reaccionarios, partidarios de la contrarevolución, no desean apoyar el proyecto reformista y tratan de imponer al país una guerra genocida, realizar la matanza de decenas de miles de trabajadores e intelectuales, de gente humilde del pueblo.

Al mismo tiempo que damos esta voz de alerta, afirmamos que la contrarrevolución no puede destruir el movimiento revolucionario y popular y será ella derrotada por el puño implacable del pueblo unido y en armas.

V.- LA REVOLUCIÓN POPULAR, ÚNICA SOLUCIÓN VERDADERA

Ya nadie debe confundirse: la única alternativa verdadera y eficaz de solución a la crisis nacional en beneficio del pueblo, es la revolución popular armada, cuyas fuerzas maduran aceleradamente en el seno de éste.

Esa revolución no será un acto de venganza sino de justicia y transformación liberadora; asegurará las libertades y derechos democráticos para todo el pueblo, instaurará así, una verdadera democracia; entregará la tierra a las grandes mayorías del campo, que son quienes en realidad la trabajan haciéndola producir; conquistará la verdadera independencia nacional, recuperando para nuestro pueblo el derecho a decidir libremente su destino; asegurará, con estos y otros cambios fundamentales, condiciones de vida materiales y culturales dignas para el pueblo trabajador.

Estas grandes tareas sólo pueden realizarse si previamente la revolución triunfa, es decir, si conquista el poder, destruye la maquinaria oprobiosa, corrupta y sanguinaria de la tiranía militar y establece en base del poder popular, un gobierno revolucionario, democrático y anti-imperialista.

Tales son los objetivos estratégicos de la revolución por la que luchan nuestras organizaciones, junto con lo más avanzado del pueblo.

Para llevar a la victoria esta revolución, es que hemos decidido poner en marcha con nuestro acuerdo unitario, el proceso de unificación de todas las fuerzas revolucionarias y la unión de éstas con todas las fuerzas democráticas, civiles y militares, religiosas y laicas.

Fuerzas revolucionarias y fuerzas democráticas, son los dos grandes torrentes engendrados por la lucha del pueblo salvadoreño; unir estos dos torrentes significa unir al pueblo, permitirle a éste asumir toda su potencialidad y capacidad y ganarse la más grande solidaridad internacional, para aislar y vencer al enemigo poderoso y cruel.

La unión de las fuerzas revolucionarias y democráticas es una necesidad urgente, es una premisa imprescindible para la liberación del pueblo salvadoreño y debe de lograrse pronto.

Nos dirigimos a los sectores progresistas de la Iglesia y de los militares, de los partidos opositores, a las organizaciones independientes, sindicales y gremiales en general, a tantos intelectuales y personalidades demócratas, con o sin partido, a los numerosos sectores de pequeños y medianos empresarios, que hoy se preocupan por buscar una solución patriótica a la crisis y miran cada vez con mayor recelo las exigencias de la oligarquía de marchar tras ella, tras su carro de explotación y matanzas y les decimos: independientemente de las diferencias ideológicas y políticas que hay entre nosotros y ustedes, reconocemos los méritos de su esfuerzo por alcanzar la democracia y la justicia social para nuestro pueblo y les pedimos contribuir a su unificación para hacer eficaz su lucha por liberarse; les proponemos incorporarse activamente al gran proceso de unidad que está en marcha, concurrir a él con ideas, que nosotros respetaremos con su capacidad y talento, con su influencia y su devoción por la libertad.

Esta magna unión del pueblo salvadoreño hará más pronta, menos difícil y menos dolorosa su victoria liberadora, que no podrá ser impedida por nada ni nadie, aún imponiéndole los mayores sacrificios.

El pueblo salvadoreño, heroico, combatiente, altivo, jamás se resignará a vivir de rodillas. Llegó su hora y se liberará encabezado por sus organizaciones revolucionarias, romperá las cadenas de la dictadura militar reaccionaria de medio siglo y la destruirá para siempre.

VI.- LOS MILITARES HONRADOS DEBEN UNIRSE A LA LUCHA DEL PUEBLO

En la trayectoria de lucha de nuestro pueblo, los militares honestos, con aspiraciones patrióticas y democráticas han escrito páginas importantes.

El Ejército salvadoreño mismo se inició, bajo el mando de su fundador Manuel José Arce, enfrentándose a las ambiciones anexionistas del Imperio Mexicano de Iturbide en 1822. La gesta unionista del General Gerardo Barrios personificó la disposición firme de defender la soberanía de los pueblos centroamericanos y la voluntad reformadora del Ejército salvadoreño en 1850-1860.

En el azaroso y convulso desarrollo del joven Estado surgido de la independencia, el Ejército cayó bajo la hegemonía de las peores fuerzas reaccionarias de los terratenientes; la corrupción y la venalidad de una minoría de jefes permitió que los ideales liberales y democráticos de los fundadores del Ejército fueran traicionados. Este proceso culminó en 1932 al instaurarse la tiranía militar; la función del Ejército se vio reducida a la protección de los que sojuzgan y venden la Patria y a la represión cotidiana de nuestro pueblo, estableciéndose así la oposición tajante entre el Ejército y el pueblo de cuyo seno ha surgido.

El Ejército fue convertido en el partido de la oligarquía de grandes capitalistas y terratenientes, pero en cada generación de militares siempre hubo quienes se conservaron patriotas se rebelaron y se pusieron junto al pueblo y contra sus enemigos. Así lo ha demostrado la gesta gloriosa que escribieron muchos oficiales el 2 de abril de 1944, cuando se alzaron contra Martínez, ofrendando sus vidas. La participación de jóvenes militares en la batalla de Ahuachapán contra Osmín Aguirre, el levantamiento contra Lemus en octubre de 1960, el sofocado alzamiento del 25 de marzo.de 1972, son otros ejemplos de que no todos los militares se resignan al triste papel de verdugos que se les ha impuesto.

La disposición de unirse al pueblo que se ha puesto de manifiesto durante los últimos meses en gran parte de los jóvenes oficiales, es una demostración de que vive entre ellos la herencia de esas tradiciones patrióticas. La oligarquía y la reacción se han encargado de burlar nuevamente sus esfuerzos transformadores.

Los militares honrados no quieren un enfrentamiento entre la Fuerza Armada y el pueblo en armas. Nosotros compartimos ese sentimiento y confiamos en que, por su honestidad y patriotismo, por ser parte del pueblo, estos militares ocuparán el lugar que les corresponde junto a nosotros para construir una sociedad nueva. Los soldados y clases son en el Ejército los que mejor comprenden la lucha del pueblo, porque ellos mismos son trabajadores e hijos de trabajadores y tienen asegurado su puesto en el Ejército Popular. Juntos construiremos una sociedad donde el Ejército sea verdadero brazo armado del pueblo, defensor de su libertad y de la justicia, garantía firme de la soberanía hoy escamoteada y de la independencia hoy pisoteada.

VII.- APOYAMOS LAS LUCHAS REVOLUCIONARIAS Y LAS CAUSAS DEMOCRÁTICAS

DE TODOS LOS PUEBLOS Y APRENDEMOS DE ELLAS

La heroica lucha del pueblo nicaragüense, encabezada victoriosamente por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, es una fuente más de inspiración de nuestra unidad y disposición a combatir hasta vencer.

La victoria sandinista ha abierto una época de revolución en el Istmo centroamericano, nos enriquecemos con su experiencia y la sabremos aprovechar, adaptándola a nuestra situación y problemas.

Tal como nos opusimos a la intervención del CONDECA y del imperialismo yanqui en la lucha contra Somoza, condenamos cualquier intento intervencionista para frustrar las ansias liberadoras de nuestro pueblo.

Concebimos la revolución en El Salvador como parte de la revolución en Centroamérica y como un particular aporte de nuestro pueblo a la lucha por la liberación de todos los pueblos del continente. Apoyamos las posiciones democráticas que asumen e impulsan cada vez más pueblos y gobiernos latinoamericanos. Valoramos muy altamente las posiciones anti-imperialistas, la defensa de los avances democráticos y de la paz internacional patrocinadas por los pueblos y gobiernos de Panamá, México y Costa Rica, países del Pacto Andino y del Caribe. Respaldamos la lucha de los pueblos de Puerto Rico, Belice y Panamá por conquistar el derecho a ser dueños de su propio destino y a establecer la soberanía en todo su territorio.

Anhelamos la unidad centroamericana, pero rechazamos que pueda construirse sobre la base de la intervención extranjera y el sojuzgamiento de nuestros pueblos. Nos proponemos estrechar los vínculos con todos los países centroamericanos. Deseamos establecer relaciones amistosas y fraternales con todos los pueblos del mundo, sobre la base de la autodeterminación.

Condenamos todas las formas de colonialismo. Apoyamos la lucha de los pueblos del mundo contra la opresión extranjera y contra el racismo, particularmente la lucha del pueblo palestino contra el sionismo y de los pueblos de África contra el racismo y el apartheid.

Respaldamos en todos sus puntos los acuerdos de la Sexta Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados, celebrada en La Habana; buscamos el establecimiento de un nuevo orden económico internacional y somos resueltos partidarios de la distensión, el desarme y el aseguramiento de la paz mundial.

VIII.- CON LA UNIDAD DEL PUEBLO HASTA LA VICTORIA FINAL

La trascendencia de nuestro acuerdo de coordinación y unidad abre una nueva página de la historia nacional, hacia la conquista de la liberación definitiva de nuestro pueblo.

Obreros, campesinos, estudiantes, maestros, empleados, intelectuales progresistas, habitantes de tugurios, pequeños y medianos empresarios, clero progresista, sectores democráticos en general, soldados y oficiales patrióticos, hombres y mujeres de nuestro pueblo, formemos todos la gran unidad hacia la definitiva liberación popular.

¡Ha llegado el momento de los supremos esfuerzos por el triunfo de la revolución!

Las etapas decisivas serán duras y dolorosas, pero el triunfo es inevitable. La sangre derramada por miles y miles de patriotas desde el siglo pasado, las aspiraciones y la sangre de nuestros queridos compañeros caídos durante los últimos años, fructifican hoy luminosamente en la unidad de nuestro pueblo en marcha hacia la victoria final.

¡Viva la firme y amplia unidad del pueblo salvadoreño!

¡Viva la alianza obrero campesina!

¡Por el Gobierno Popular Revolucionario!

¡Viva la solidaridad internacional de los pueblos!

¡Con la unidad del pueblo, hasta la victoria final!

El Salvador, Centroamérica, 10 de enero de 1980

Dirección Nacional Ejecutiva de la Resistencia Nacional

R.N.

Comité Central del Partido Comunista de El Salvador

P.C.S.

Comando Central de las Fuerzas Populares de Liberación–FPL– Farabundo Martí

F.P.L.

¡Revolución o Muerte, el Pueblo Armado Vencerá!

¡Proletarios de todos los países, uníos!

¡Lucha armada hoy, socialismo mañana!

* Minúscula en el original.

El uso, copia, y distribucion de este material es gratuito. Se solicita el reconocimiento del Archivo Histórico Revolucionario Salvadoreño como su fuente.

Digitalizado en el Centro de Información, Documentación, y Apoyo a la Investigación (C.I.D.A.I.), Universidad Centro Americana "José Simeón Cañas".